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Francisco, primer papa en visitar la tumba del fundador del sionismo


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26/05/2014

Antes de llegar al Yad Vashem, el papa se convirtió en el primer pontífice en visitar y depositar flores ante la tumba del fundador del sionismo y padre de la idea del estado de Israel, Theodor Herzl, situada en el oeste de Jerusalén...

Para los judíos, se trató de un gesto de disculpas de la Iglesia Católica

Agencia Católica Internacional: El Papa Francisco depuso ayer, una corona de flores en la tumba de Theodor Herzl, fundador del Movimento Sionista en el Congreso de Basilea en 1897.

Agencia Judía de Noticias: En 1904 el líder sionista visitó el Vaticano para pedirle al Papa Pío X que lo ayude a establecer un estado judío moderno en Israel, la tierra histórica de la nación judía, lo cual el pontífice rechazó. Ahora, Francisco planea visitar su tumba en el Monte Herzl en Jerusalem y dejar una corona allí, en un signo de disculpas y un pedido de perdón.

El Papa Francisco llegará a Israel el próximo domingo, donde tiene intenciones de hacer un gesto simbólico de disculparse por una injusticia histórica hecha por el Vaticano hace 110 años, informó el medio israelí Arutz Sheva.

El sionismo

El sionismo adquirió un alcance político gracias a Teodor Herzl, un periodista austriaco que pensaba que los judíos eran capaces de asimilarse a la cultura occidental, pero era algo imposible de lograr en vista del antisemitismo que reinaba en toda Europa. Así, argumentaba, las presiones externas obligaban a los judíos a formar una nación propia en un solo territorio.

En 1897, Herzl organizó el primer congreso sionista en Basilea, Suiza. El centro de este movimiento se estableció en Viena, donde Herzl publicó su semanario oficial Die Welt (El mundo). Los congresos sionistas se reunían anualmente hasta 1901 y después cada dos años. Cuando el gobierno otomano rechazó la propuesta de Herzl de otorgar la autonomía a Palestina, los sionistas buscaron el apoyo de Gran Bretaña. En 1903 el gobierno británico ofreció a los judíos 6 mil millas cuadradas deshabitadas en Uganda para que se establecieran, pero los sionistas rechazaron esta oferta e insistieron en Palestina.

Con la muerte de Herzl en 1904, el liderazgo sionista se trasladó de Viena a Colonia y después a Berlín. Antes de la primera Guerra Mundial, sólo una minoría de judíos pertenecían al sionismo, la mayoría rusos, dirigidos por judíos austriacos y alemanes. El sionismo era la única asociación mundial de judíos democráticamente organizada; desarrolló una intensa propaganda a través de oradores y panfletos, creó diarios en diversos idiomas e infundió ímpetu al "renacimiento judío" en las letras y las artes.

Testimonio de Herzl, tras su visita con el papa santo, Pio X

He aquí el testimonio luego de su visita a San Pío X, en Roma, el 26 de enero de 1904. Aparecido originalmente en “La Terre Retrovée”, 1º de Julio de 1956.

Ayer fui recibido por el Papa Pío X. Me recibió de pie y tendió la mano que no besé. Se sentó en un sillón, especie de trono para “los asuntos menores” y me invitó a sentarme cerca de él. El Papa es un sacerdote lugareño, más bien rudo, para quien el Cristianismo permanece como una cosa viviente, aún en el Vaticano. Le expuse mi demanda en pocas palabras. Pero, tal vez enojado porque no le había besado la mano, me contestó de modo demasiado brusco:

  • — No podemos favorecer vuestro movimiento. No podemos impedir a los judíos ir a Jerusalén, pero no podemos jamás favorecerlo. La tierra de Jerusalén si no ha sido sagrada, ha sido santificada por la vida de Jesucristo. Como jefe de la Iglesia no puedo daros otra contestación. Los judíos no han reconocido a Nuestro Señor. Nosotros no podemos reconocer al pueblo judío.

De modo que el antiguo conflicto entre Roma y Jerusalem, personificado por mi interlocutor y por mí, revivía en nosotros. Al principio traté de mostrarme conciliador. Le expuse mi pequeño discurso sobre la extraterritorialidad. Esto no pareció impresionarlo. “Gerusalemme”, dijo, no debía a ningún precio, caer en manos de los judíos.

— Y sobre el estatuto actual, ¿qué pensáis vos, Santidad?

  • — Lo sé; es lamentable ver a los turcos en posesión de nuestros lugares Santos. Pero debemos resignarnos. En cuanto a favorecer el deseo de los judíos a establecerse allí, nos es imposible.

Le repliqué que nosotros fundábamos nuestro movimiento en el sufrimiento de los judíos, y queríamos dejar al margen todas las incidencias religiosas.

  • — Bien, pero Nos, en cuanto Jefe de la Iglesia Católica, no podemos adoptar la misma actitud. Se produciría una de las dos cosas siguientes: o bien los judíos conservarán su antigua Fe y continuarán esperando al Mesías, que nosotros los cristianos creemos que ya ha venido sobre la tierra, y en este caso ellos niegan la divinidad de Cristo y no los podemos ayudar, o bien irán a Palestina sin profesar ninguna religión, en cuyo caso nada tenemos que hacer con ellos. La fe judía ha sido el fundamento de la nuestra, pero ha sido superada por las enseñanzas de Cristo y no podemos admitir que hoy día tenga alguna validez. Los judíos que debían haber sido los primeros en reconocer a Jesucristo, no lo han hecho hasta hoy.

Yo tenía a flor de labio la observación: “Esto ocurre en todas las familias; nadie cree en sus parientes próximos”; pero de hecho contesté: “El terror y la persecución no eran ciertamente los mejores medios para convertir a los judíos”.

Su réplica tuvo, en su simplicidad, un elemento de grandeza:

  • — Nuestro Señor vino al mundo sin poder. Era povero. Vino in pace. No persiguió a nadie. Fue abandonado aún por sus apóstoles. No fue hasta más tarde que alcanzó su verdadera estatura. La Iglesia empleó tres siglos en evolucionar. Los judíos tuvieron, por consiguiente, todo el tiempo necesario para aceptar la divinidad de Cristo sin presión y sin violencias. Pero eligieron no hacerlo y no lo han hecho hasta hoy.

— Pero los judíos pasan pruebas terribles. No sé si Vuestra Santidad conoce todo el horror de su tragedia. Tenemos necesidad de una tierra para esos errantes.

  • — ¿Debe ser Gerusalemme?

— Nosotros no pedimos Jerusalem sino Palestina, la tierra secular.

  • — Nos, no podemos declararnos a favor de ese proyecto.

Teodoro Herzl

El sueño de Herzl era establecer el Estado judío en Palestina o Argentina

TEODOR HERZL
EL PLAN

(Del libro El Estado Judío)

El plan es, en su forma original, extremadamente sencillo y debe serlo si se pretende que lo comprendan todos.

Se nos debe conceder la soberanía sobre una porción de la superficie de la tierra adecuada a nuestras necesidades y a nuestras justas ambiciones de pueblo: a todo lo demás ya proveeremos nosotros mismos.

La aparición de una nueva soberanía no es ridícula ni imposible. Hemos podido presenciar en nuestros días el otorgamiento de tales derechos a pueblos que son más pobres y menos cultos y, por consiguiente, más débiles que nosotros. Los gobiernos de los países afectados por el antisemitismo tienen sumo interés en ayudarnos a obtener la soberanía.

Para esta tarea, sencilla en principio, pero complicada en su realización, se crean dos grandes órganos: la Society of Jews y la Jewish Companv.

Lo que la Society of Jews ha preparado científica y políticamente, lo pone en práctica la Jewish Company.

La Jewish Company se encarga de la liquidación de todas las fortunas de los judíos emigrantes y organiza la vida económica en el nuevo país.

Como ya se ha dicho, la emigración de los judíos no debe concebirse como repentina, sino que será un proceso gradual, que durará decenios. Primero irán los más pobres y roturarán la tierra. De acuerdo a un plan preestablecido, construirán caminos, puentes, ferrocarriles y una red telegráfica, regularán los cursos de los ríos y establecerán ellos mismos sus hogares. Su labor creará, inevitablemente posibilidades de comercio; el comerció hará surgir mercados, y los mercados atraerán nuevos inmigrantes hacia el país. Todos llegarán por propia voluntad, por propia cuenta y riesgo. El trabajo que invertimos en la tierra hace subir el valor de la misma. Los judíos no tardarán en darse cuenta de que se ha abierto ante ellos un campo nuevo y duradero, donde pueden desplegar su espíritu emprendedor, que hasta entonces había sido odiado y despreciado.

Ahora bien: si se quiere fundar hoy día una nación, no hay que hacerlo de la manera que hace mil años fuera la única posible. Seria una insensatez regresar a estados de cultura ya superados, cosa que querrían algunos sionistas. Por ejemplo. si tuviéramos que exterminar a las fieras en determinado país, no lo haríamos a la manera de los europeos del siglo. No atacaríamos aisladamente a los osos, armados de jabalinas y lanzas, sino que organizaríamos una grande y alegre cacería, dando batida a las bestias hasta tenerlas reunidas y entonces les arrojaríamos una bomba de melinita.

Si queremos edificar no construiremos unas desoladas habitaciones lacustres, sino que edificaremos de la manera que se estila actualmente. Levantaremos construcciones más atrevidas y más confortables que las conocidas hasta ahora. Porque disponemos de medios que todavía no han existido en la historia.

Nuestras capas económicamente interiores serán seguidas a aquella tierra por las inmediatas superiores. Los que se hallan más cerca de la desesperación irán primero. Sus conductores serán nuestros intelectuales medios, que son perseguidos en todas partes y que producimos en exceso.

Este escrito tiene por finalidad someter el problema de la migración de los judíos a una discusión general. Pero esto no quiere decir que habría de ser resuelto por medio de una votación. De proceder así, el asunto estaría perdido de antemano. El que no quiere adherirse a nuestro movimiento puede quedar donde está. La oposición individual nos es indiferente.

El que quiera marchar con nosotros, que jure nuestra bandera y luche por ella por medio de la palabra, hablada o escrita, y mediante la acción.

Los judíos que aceptan nuestra idea del Estado se agrupan en torno de la Society of Jews. Esta obtiene, de tal mundo, la autoridad necesaria para hablar y negociar ante los gobiernos en nombre de lo judíos. La Society será reconocida -—para decirlo con una analogía tomada del derecho internacional— corno autoridad capaz de constituir un Estado. Y al declarar esto, el Estado ya estaría constituido.

Entonces. si los gobiernos se muestran dispuestos a conceder al pueblo judío la soberanía de algún territorio neutral, la Soctety entablará discusión sobre el territorio que ha de ser tomado en posesión. Dos países tienen que ser tomados en cuenta: Palestina y la Argentina. En ambos países se han hecho notables tentativas de colonización, basadas en el principio equivocado de la infiltración paulatina de los judíos. La infiltración tiene que acabar siempre mal, pues llega inevitablemente el instante en que el gobierno, bajo la presión ejercida por la población que se siente amenazada, prohibe la inmigración de judíos. Por consiguiente, la emigración sólo tiene sentido cuando su base es nuestra soberanía garantizada.

La Society of Jews entablará negociaciones con las actuales autoridades supremas del país, y bajo el protectorado de las potencias europeas si a éstas les parece plausible el asunto. Podemos proporcionar enormes beneficios al actual gobierno, cargando con una parte de las deudas públicas, construyendo vías de comunicación, que nosotros mismos precisamos, y muchas cosas más, Pero el solo nacimiento del Estado judío resultará provechoso para los países vecinos, puesto que, en grande como en pequeño, la cultura de una región eleva el valor de las regiones que la rodean.

¿Palestina o la Argentina?

¿A cuál de las dos hay que dar preferencia? La Society tomará lo que se le dé y hacia lo cual se incline la opinión general del pueblo judío. La Society averiguará ambas cosas.

La Argentina es por naturaleza uno de los países más ricos de la tierra, de inmensa superficie, población escasa y clima templado. La República Argentina tendría el mayor interés en cedernos una porción de tierra. La actual infiltración de los judíos ha provocado disgusto: habría que explicar a la Argentina la diferencia radical de la nueva emigración judía.

Palestina es nuestra inolvidable patria histórica. El sólo oírla nombrar es para nuestro pueblo un llamamiento poderosamente conmovedor. Si Su Majestad el Sultán nos diera Palestina, nos comprometeríamos a sanear las finanzas de Turquía. Para Europa formaríamos allí parte integrante del baluarte contra el Asia: constituiríamos la vanguardia de la cultura en su lucha contra la barbarie. Como Estado neutral mantendríamos relaciones con toda Europa que, a su vez, tendría que garantizar nuestra existencia. En cuanto a los Santos Lugares de la cristiandad, se podría encontrar una forma de extraterritorialidad, de acuerdo al derecho internacional. Montaríamos una guardia de honor alrededor de los Santos Lugares, respondiendo con nuestra existencia del cumplimiento de este deber. Tal guardia de honor sería el gran símbolo de la solución del problema judío, después de dieciocho siglos, llenos de sufrimiento para nosotros.

 

 
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