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Malvinas: los vecinos que no conocemos


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10/03/2014

Opinión probritánica de un parlamentario de la República Oriental del Uruguay

Una pequeña sociedad independiente que funciona muy bien, puede ser una afirmación adecuada a la vida de las australes Islas Malvinas a las que sus habitantes denominan Falkland. Tres mil personas, muchas de las cuales descienden de pobladores que llegaron a asentarse hace 9 generaciones, se las han arreglado para superar las dificultades de la lejanía durante mas de ciento cincuenta años, cuando las comunicaciones eran solo posible por mar, y han dotado a un territorio austero una geografía humana muy interesante.

La vida allí, durante tanto tiempo, se ha desarrollado con variados niveles de contacto con nuestras tierras. A veces intenso, productivo, socialmente razonable a la aspiración de cualquier ser humano a convivir y prosperar vinculado a su entorno. A veces alejado, casi desconociendo la ubicación geográfica, como resultado de un desinterés mutuo que resulta del desconocimiento y la incomprensión.

Las Malvinas han estado muy lejos o muy cerca por largos períodos y a pesar de ello, de esa discontinuidad en la relación con la región, su sociedad se ha desarrollado vigorosa, superando el hándicap de la lejanía y el desconocimiento de sus vecinos. No analizaré las razones a que obedece esta realidad, o los hechos que la han diseñado. Lo cierto es que a pesar de los contratiempos allí están, viven, producen, anhelan, aprenden a querer su terruño, los Kelpers, nuestros vecinos.

Es un grupo humano que ha debido construir instituciones, diseñar las reglas de convivencia, organizar servicios públicos y comunitarios, generar la armonía necesaria para la vida en sociedad y que ha resuelto, a pesar de su pequeñez adquirir un perfil propio. Y lo ha logrado. Una comunidad que ha recibido en su seno gentes de diferentes orígenes, al punto que allí conviven chilenos, Argentinos, Filipinos, Británicos, Neozelandeses, Peruanos, Uruguayos y otras decenas de nacionalidades.

Resulta obvio que las complejidades de la vida actual, las demandas sociales, de servicios comunitarios, de diversas necesidades para una vida confortable en una región aislada tienen un alto costo y su satisfacción no depende de otros recursos que los que ellos mismos producen con su trabajo, con la explotación de sus recursos y las rentas que generan. El ejemplo de la educación o el de la salud, muestran como a pesar de la pequeña escala, los habitantes reciben estos servicios a nivel de primer mundo. Claro que para ello deben resolver combinar las prestaciones en su territorio, o en el exterior las que por razón de escala no se pueden brindar allí con suficiente calidad, con cargo al presupuesto público y equivalente para todos las personas.

Desde la educación inicial hasta la finalización del que conocemos como ciclo básico (liceo) los estudiantes reciben una enseñanza de calidad con docentes naturales o contratados en el exterior, en instalaciones modernas y apoyos tecnológicos de avanzada. Cuando las limitadas capacidades académicas dispuestas pueden conspirar contra la formación, el sistema educativo se hace cargo de financiar los estudios en el exterior, actualmente en Gran Bretaña hasta el ingreso a la etapa terciaria. Esa formación no hace mucho tiempo se brindó en Uruguay, durante décadas, y es natural encontrar isleños que relatan sus cuatro o cinco años de vida en Montevideo con una expresión de cariño y agradecimiento por nuestra activa vecindad.

La Salud Pública, se brinda a través de una red de atención primaria, con énfasis en la prevención y se realiza en un pequeño hospital que cuenta con muy buenas condiciones edilicias y todas las tecnologías que razonablemente deben servir en el lugar a una comunidad pequeña. Las complejidades de diagnósticos tecnológicamente avanzados, la atención de casos que exigen la atención de especialistas calificados, tanto en internación como ambulatoria, se contratan en el exterior en clínicas y hospitales de Gran Bretaña, Santiago de Chile e inclusive Uruguay, donde la referencia es el Hospital Británico desde hace muchos años. Es habitual conversar con personas que estuvieron en Montevideo durante períodos de atención médica especializada o atención urgente de complicaciones de salud.

Lo cierto es que una sociedad vecina, que por sus dimensiones debe apostar fuertemente a la convivencia con la región y seguramente puede servirse de nuestra buena voluntad y legítimo interés, debe hacer un esfuerzo de integración. Pero también nosotros, que vivimos en el territorio cuyo Puerto principal ha sido la natural vinculación de las islas con el mundo, debemos reprobar todas las teorías que sustentan el “bloqueo” como medida disuasoria de la convicción de sus habitantes de vivir allí como lo hacen desde hace siglos.

Una relación de buena vecindad, un conocimiento mas intenso de la realidad de las Islas Malvinas y de sus habitantes, es el imperativo que una sociedad de nuestra dimensión tiene, y una contribución, en el largo plazo, a la resolución pacífica de las diferencias que en torno a la soberanía sobre su territorio existe.

Las Malvinas son a Uruguay, lo que nuestro País es a China. Territorio, población, PIB, datos estadísticos elocuentes de las abismales diferencias, llevan a algunos a pensar que no vale la pena tener una intensa relación. Si los Chinos pensaran así, cuanto mas pobres seríamos.

Por: Jaime Mario Trobo
Miembro de la Comision de Asuntos Internacionales
Cámara de Representantes – Uruguay

 
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