28/08/2009

 

El Apostadero Naval Malvinas "el cuartel de la Marina"  

Por Jorge Palacios VGM

Una nación no se construye desde el olvido. La presencia argentina en Malvinas hace veintisiete años, no ha sido una cruel inutilidad, como algunos han afirmado con falta de respeto hacia quienes allí murieron y lucharon.

Las Islas Malvinas forman parte de un Archipiélago en el Océano Atlántico Sur. Tienen una superficie de 11.718 Km., Este archipiélago se encuentra a 550 Km. de la entrada del estrecho de Magallanes y está formado por más de cien islas siendo las mayores, Soledad y Gran Malvina.

En su localización geográfica, se disputó una interesante batalla contextualizada en la Primera Guerra Mundial y que tuviera como protagonistas a las fuerzas alemanas y a la británica.

Pero, en 1982, mientras el país hablaba de la irrenunciable necesidad de su recuperación junto a las Georgias y Sándwich del Sur, en Malvinas el combate nuevamente había comenzado.

Una de las tantas historias que merecen ser contadas es la del Apostadero Naval, el sector que se hizo cargo de los muelles de operaciones y se convirtió en un verdadero cuartel de la marina.

Ofreció apoyo a las unidades navales que operaban en la capital de las islas y sus hombres eran conscriptos, civiles, suboficiales, oficiales, profesionales y marineros.

Como cualquier problema político militar, la operatoria naval dependía de tres factores: tiempo, lugar y medios, es decir, el cuándo, el dónde y el cómo. La Unidad fue creada el 2 de abril y el capitán de fragata Adolfo Gaffoglio, fue su jefe y su plana mayor también estaba integrada por oficiales que habían pertenecido al crucero “Belgrano”.

El Apostadero fue la primera unidad de la Armada en las islas Malvinas, formada para la guerra a diferencia del resto que preexistían al conflicto, como los batallones y
regimientos que participaron en el mismo. La organización del puerto y la efectiva puesta en funcionamiento fue una tarea ardua y compleja, de ensayo y error.

Históricamente el concepto de apostadero se homologó con el de base naval, cuartel de marinería o puerto abrigado y fortificado. El Apostadero se responsabilizó del control portuario, patrullaje interisleño, traslado de racionamiento y combustible, minado de las aguas circundantes e instalación nocturna de misiles Exocet. También de operaciones radioeléctricas, soporte telefónico a la población civil, de rescate de combatientes, de la operación del Faro San Felipe y de la defensa de la península Camber.

En Puerto Argentino los soldados transitaban sus calles, casi siempre con cielo cubierto, lluvia, viento y granizo. De los cuatro muelles de las islas, las operaciones se llevaban a cabo en el que perteneció a la Falkland Islands Company. Ese atracadero era el mejor y estaba rodeado por galpones que servían como depósitos.

El faro del Cabo Pembroke, ubicado a once kilómetros en el extremo oriental del archipiélago, pasó a denominarse “San Felipe”. En el Apostadero hubo tres subgrupos que se formaron para la guerra: uno encargado de las lanchas de desembarco, el de sanidad y otro constituido por aquellos
hombres que estuvieron en el frente de batalla en Camber.

Esa península defendida por la marinería. Camber, pasó a ser un sector importante en la estructura defensiva de Puerto Argentino. Sus alturas eran un gran anfiteatro, y permitían observar las retaguardias de nuestras posiciones.

Veinte integrantes configuraron el grupo pionero del Apostadero. Eran cuatro oficiales, quince suboficiales y un conscripto, todos ellos de distintas especialidades y diferentes destinos de la Base Naval Puerto Belgrano. Posteriormente se sumaron las fracciones de sanidad, infantería naval y hombres para diferentes cargos de combate.

Los buques logísticos asignados al Apostadero, fueron los transportes navales “Bahía Buen Suceso” e “Isla de los Estados”. Los mercantes “Formosa” y “Río Carcarañá”, las embarcaciones menores “Yehuin”, “Forrest”, “Monsumen” y “Penélope”. También, los guardacostas de la Prefectura Naval, GC82 “Islas Malvinas”, GC83 “Río Iguazú” y otras unidades de diferente porte.

El 4 de mayo, la Aviación Naval Argentina obtuvo una resonante victoria al destruir al “HMS Sheffield”, utilizando aviones Súper Etendard equipados con misiles Exocet AM-39 (aire-mar).

Argentina había comprado a Francia catorce aviones de esa marca y una idéntica cantidad de misiles pero se habían recibido cinco y los franceses no quisieron entregar los restantes. Incluso no proveyeron los AM.39 a Perú, creyéndose que era posible que se los facilitaran a Argentina.

Para esta misión sin antecedentes en el mundo, se ideó un sistema que simulaba las señales eléctricas de control, que la verdadera computadora de a bordo enviaba al misil. Además una plataforma de lanzamiento terrestre, un carretón para transporte, un sistema de detección del blanco y un grupo electrógeno.

Los británicos atacaban con su artillería naval y nosotros respondíamos con cañones, que quedaban fuera de servicio por recalentamiento. Había que hacer algo diferente y después de analizar alternativas, se dispuso el traslado a Puerto Argentino de un improvisado sistema que venía desarrollando el capitán de fragata Julio Pérez: Un lanzador terrestre que pudiera disparar los Exocet.

El día 12 de junio, con el aporte invalorable del Apostadero, se emplazó un trailer con los accesorios de un misil Exocet MM38 (buque - buque) extraídos de la corbeta A.R.A. Guerrico. Como su amplitud de tiro estaba limitada, era necesario esperar que una nave pasara por su mira. Así ocurrió ese día a las tres y quince; el objetivo: el destructor “HMS Glamorgan”.

Murieron trece marinos ingleses y veintidós resultaron heridos. El “Glamorgan” no se hundió pero quedó fuera de combate, por lo que no pudo volver a atacar las posiciones argentinas.

El éxito tuvo repercusión en mandos navales del mundo. Después de la caída de Puerto Argentino, los británicos realizaron un análisis de aquella instalación misilística casera, que había quedado en las islas, asombrándose de que con esos medios improvisados se lograra poner fuera de combate a un navío de guerra tan poderoso.

Los británicos aprovecharon el dispositivo estático de nuestras tropas, atacando cada posición nacional con enorme superioridad numérica, aprovechando sus numerosos helicópteros y artillería móvil y realizando ataques y retrocesos con inmensa cantidad de bajas en sus tropas regulares y especiales.

Los soldados argentinos son reconocidos como encarnizados combatientes por el propio comandante de las fuerzas terrestres inglesas, Gral. Julian Thompson, testimonio que puede revivirse en su libro "No Picnic”.

Norteamérica apoyó a Gran Bretaña sin restricciones. Brindó información satelital de las posiciones argentinas y entregó archivos secretos de las operaciones navales realizadas en forma conjunta con nuestra armada y donde figuraban todos los movimientos en guerra submarina y antisubmarina que podría desplegar la Argentina. De esa forma neutralizaron a nuestra flota.

Proveyeron armamento, el más importante el misil agua-aire denominado "Sidewinder", con una efectividad de tiro de cien por ciento. Esta situación obligó a nuestros aviadores a volar a muy baja altura para evitar la detección de los radares ingleses.

Muchas de las bombas no explotaron, al no tener tiempo suficiente su espoleta de retardo. En un libro elaborado por la Fuerza Aérea Española- neutral en la contienda -, "Malvinas, Testigo de Batallas" se afirma: “Que si todas las bombas depositadas por los argentinos en la flota inglesa hubieran explotado, las tres cuartas partes de las mismas hubieran sido hundidas, con lo cual el resultado del conflicto hubiese sido distinto”.

Otra cuestión, fue el apoyo político ofrecido a Inglaterra por los Estados Unidos y el embargo económico a nuestro país. Si bien la Isla "Ascensión" estaba arrendada por la
administración norteamericana, es en realidad de propiedad inglesa.

Pero la facilidad en su utilización por los británicos habla a las claras de cual era su principal aliado; además del olvido del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), que obliga a sus firmantes a defenderse recíprocamente ante la agresión de cualquier potencia extra-continental.

Durante más de cien años Argentina reclamó las islas. El asunto llegó en los años sesenta del pasado siglo XX a las Naciones Unidas, que reconocieron el problema colonial entre Argentina y Gran Bretaña y exigieron a las partes el inicio de negociaciones para una descolonización pacífica.

Ciento cincuenta años más tarde, fuerzas argentinas recuperaron su control. Comenzada la Guerra de las Malvinas, los británicos respondieron con una fuerza que desembarcó seis semanas más tarde y después de duros combates se produjo el final de la batalla el 14 de junio de 1982.

Material de consulta: Archivos personales. Boletines del Centro Naval. Libro: Misión cumplida la “Epopeya de los barcos mercantes argentinos en la guerra de Malvinas”, de Jorge Muñoz. Sitio Web “Apostadero Naval en Malvinas. Sociedad – Historia - Conflictos bélicos - Guerra de Malvinas. Recopilación Daniel Gionco. Tesis universitaria: “Guerreros sin trincheras”, experiencias y construcciones identitarias de los integrantes del Apostadero Naval Malvinas en el Conflicto del Atlántico Sur, por la licenciada. Andrea Belén Rodríguez.

Por: Osvaldo Jorge Palacio VGM – (periodista) palacios@delabu.com.ar

 

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