Envía esta noticia a un amigo  02/02/2010

 

350 millas: Silencio oficial  
Por Eduardo Mariano Lualdi Coordinador Nacional del Foro Patriótico y Popular

En mayo se realizaron las presentaciones sobre los estudios de la plataforma continental. Lo hizo Argentina y los hizo el Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte. En aquella oportunidad desde Cancillería y otros organismos oficiales se ufanaron del quilaje de la obra presentada, como si la gordura podría ampararnos de las pretensiones del usurpador.

Objetamos en su momento la ligereza con que el gobierno argentino abordó la pretensión británica de ser reconocido como “País Ribereño”, así el Reino Unido obtuvo lo que quería, su consideración como tal en esta zona del Atlántico Sur por un organismo internacional. Atrás de la liviandad argentina, está siempre la mezquina “esperanza” de morder en el negocio petrolero junto a los británicos. Truecan soberanía por negociados. Nada nuevo en esta sufrida Argentina de los gerenciadores, incluida esta etapa pretendida de “nacional y popular”.

Denunciamos en su oportunidad cuando un alto funcionario del Estado nacional, en la Escuela de Defensa, promocionó las ventajas de la “complementariedad” en la explotación petrolera en la zona en disputa. Es la vieja canzoneta de que los argentinos y británicos debemos compartir “intereses comunes” (petroleros) y dejar de lado la disputa de soberanía: la quintaesencia del Acuerdo de Madrid.

La “complementariedad” entre el imperialismo y un país oprimido —y con parte de su territorio ocupado por una potencia militar extranjera, como es el caso argentino—, es la música preferida de los gerenciadores de antaño y ahora: el Pacto Roca-Runciman fue el modelo. Hoy, los pactos de la “patria sojera” con la China imperial, los negocios financieros, mineros, del juego y muchos otros que enriquecen al turno gerencial gobernante.

En el camino de “compartir” esos intereses petroleros con los británicos, se procedió sin cortapisas y se participa de la explotación en la zona ocupada militarmente por el imperialismo inglés. Para explotar el petróleo, el gas, la pesca y los potenciales minerales, todos los imperialismos necesitan una “pax romana” en el Atlántico Sur, una “pax” a como dé lugar. La tibieza de los dirigentes argentinos tiene en esto uno de sus trasfondos. De ahí que se nieguen sistemáticamente a denunciar los Acuerdos de Madrid o a realizar alguna acción que efectivamente comprometa esa paz romana que necesitan los mercaderes de nuestros recursos.

En mayo de 2009 se prometió con bombos y platillos que en septiembre de ese año se publicitarían los logros argentinos en el tema de la Plataforma. Pasan los días, pasa la vida y salvo alguna vaga mención de algunos de sus actores oficiales nada ha sido informado al pueblo. El silencio y el doble discurso son herramientas de excelencia de este gobierno gerencial: ocultamiento y engaño al pueblo, ese que no solo quiere saber de qué se trata sino que quiere decidir en cuestiones que hacen a su destino histórico.

Nada se sabe de los avatares de la presentación argentina. Pero más importante aún nada se sabe de la presentación británica la que, en definitiva, el usurpador usó como condición de “País Ribereño” eludiendo la cuestión central: la ocupación colonial que esa potencia extracontinental ejerce desde 1833 y la reinstalación de la usurpación en 1982 reforzada por la OTAN y la Unión Europea. Otros hechos muestran que el usurpador actúa como actor legítimo: su intromisión en la sanción de una Ley argentina sobre límites de la provincia de Tierra del Fuego, Antártida e Islas del Atlántico Sur así lo demuestra.

De mayo de 2009 hasta aquí han pasado largos meses. Es tiempo suficiente como para avanzar en el reclamo de una audiencia pública de parte de las autoridades responsables, y de una nueva convocatoria del Plenario por la Soberanía en Malvinas, Islas del Atlántico Sur y Sector Antártico Argentino, para dar un nuevo impulso en la defensa de la soberanía nacional en nuestros territorios usurpados y otros amenazados por la voracidad colonialista británica.

En el año del Bicentenario de la Revolución de Mayo, apostamos en la lucha por la soberanía y la segunda y definitiva independencia al camino trazado por los padres fundadores: un camino de salvación patriótico y popular. Como en 1806, como en 1810 y como en cada oportunidad en que las fuerzas patrióticas y el pueblo, único depositario de la soberanía, actuaron conjugando sus esfuerzos.

 

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