Fuente: El País (Uruguay)
21/04/08

 

El lado uruguayo de la guerra de Malvinas  
Montevideo sigue siendo el vínculo de las islas con el continente y el mundo El Hospital Maciel fue evacuado y dispuesto para emergencias de la guerra, pero finalmente no se usó.

RENZO ROSSELLO

La guerra por Las Malvinas se vivió intensamente en Uruguay. Para muchos, aún hoy, es un tema tabú. Un episodio trágico en la historia rioplatense que se recuerda con desgarro. Una pelea de los hermanos que muchos sintieron como propia.

Esa mañana de otoño se despertó con la noticia en la radio. Igual que muchos uruguayos. Su corazón comenzaba a latir cada vez con más fuerza mientras escuchaba que las tropas argentinas habían desembarcado en Malvinas.

Por entonces, recuerda ahora Heraclio Labandera (50), vivía en el Centro. Caminó, corrió, las tres cuadras hasta el antiguo edificio del diario El Día que aquel 2 de abril hizo sonar la sirena que no se oía desde hacía años. "Habían sacado una edición especial que se vendía ahí mismo en la puerta del diario, se agotó en un ratito", dice Labandera. La foto de la caída de Port Stanley/Puerto Argentino copaba la primera plana de la edición especial.

Tenía 25 años y estudiaba medicina. Ni siquiera estaba en sus planes abandonar la carrera para dedicarse al periodismo, aunque algo del espíritu de aventura que anida en cualquier reportero ya le aceleraba los latidos. "Yo había leído mucha historia argentina, Rosas, Jauretche, tenía una simpatía natural por el reclamo por Malvinas", explica. Con la tinta fresca de las noticias volvió a su casa. "Le pedí a mi madre que me llevara, no le dije adónde iba". Pero de camino a Facultad de Medicina le pidió que lo llevara unas cuadras más adelante por avenida Agraciada.

Cuando llegó al portón de la señorial mansión de la Embajada de Argentina se llevó la primera sorpresa. Allí estaba Juan Calvete, un compañero de facultad que había hecho exactamente el mismo circuito, impulsado por los mismos sentimientos. "Los dos íbamos con la idea de ofrecernos como voluntarios para auxiliares médicos", recuerda.

Una funcionaria de la embajada vino a recibirlos al portón. "Ustedes son los primeros uruguayos que vienen acá", les dijo la funcionaria, entre admirada y perpleja. Ni Heraclio ni Juan pudieron ver satisfechos sus deseos. No había nada preparado para recibir la espontánea solidaridad uruguaya.

Aunque la posibilidad de embarcarse hacia el Atlántico Sur se diluía rápidamente, las ansias de "dar una mano" no. Pocos días después se habían reunido con otros compatriotas y residentes argentinos en Montevideo para formar un comité de solidaridad. "Se consiguió un local al lado de Aerolíneas Argentinas, el comité era presidido por un viejo y entrañable socialista porteño, que se había exiliado acá después del golpe", recuerda ahora.

Pero para entonces, dice Heraclio, el tema de la guerra de Las Malvinas había ganado la calle. "Las opiniones de la gente se dividían mucho, pero al cabo de una semana se fue vertebrando una fuerte posición pro argentina, por encima del régimen militar", apunta.

La dictadura dominaba en escena. Apenas dos años antes había recibido un fuerte revés con el plebiscito constitucional. Las discusiones políticas, empero, todavía eran "puertas adentro". El estallido de la guerra generó en Montevideo lo que Labandera define como una "primavera política". "Por primera vez en mucho tiempo se discutía de política en voz alta y por lo alto", recuerda.

Cuando entrecierra los ojos aparece la cantina de la Facultad de Medicina donde los estudiantes discutían en bandos a favor y en contra. Entre el 2 de abril y el 14 de junio (el alto al fuego) hubo al menos tres hitos

que marcaron el debate en cualquier esquina montevideana: la invasión argentina, el hundimiento del Belgrano y la rendición.

Los medios de comunicación uruguayos volcaban abundante información diaria sobre el conflicto. Dos radios, en particular, se disputaban la primacía en el dial: Radio Carve y CX30, particularmente en la voz de Germán Araújo.

Si bien la posición oficial de Uruguay aspiraba a la neutralidad, hubo algunos gestos hacia los británicos, aunque lejanos del apoyo tácito que brindó el dictador chileno Augusto Pinochet a Inglaterra.

Fuentes de Sanidad Militar consultadas por El País señalaron que en aquel momento se diseñó el denominado "Operativo Maíz", un plan mediante el cual se habilitaría el hospital militar y al Maciel para recibir heridos de guerra. El plan nunca fue puesto en práctica.

No obstante, según consignaban las páginas de El País en la época, arribaron a Montevideo varios buques-hospital que transportaron más de 500 soldados británicos heridos. Los buques "Herald", "Hecla" e "Hydra" llegaron sucesivamente en los primeros días de mayo. Los heridos eran trasladados al Aeropuerto de Carrasco en medio de un fuerte dispositivo de seguridad policial con apoyo de la Cruz Roja, desde donde partían a Londres.

De hecho, muchos ciudadanos británicos residentes en Buenos Aires llegaron precipitadamente a Montevideo cuando recrudecieron las hostilidades. Sin ir más lejos, el 3 de abril llegó un grupo de 88 británicos, entre ellos el gobernador de las islas, Rex Hunt, a los que alojaron en el Hotel Carrasco por unos pocos días antes de partir hacia el Reino Unido.

"Habitualmente se atendía a heridos en el Británico, venían los marineros, heridos y accidentados, porque además el Británico atiende muchos seguros marítimos", recordó un cirujano consultado.

El Maciel fue prácticamente evacuado y preparado como hospital de guerra en los primeros días de la guerra: dieron de alta a los enfermos que se podía y el resto fue trasladado. "Se dejó libre para las emergencias que vinieran de las Malvinas", recordó el médico. Una delegación inglesa recorrió el hospital de la Ciudad Vieja, pero nunca llegaron pacientes. "Se ve que los ingleses vieron las condiciones y no mandaron a nadie", comentó el cirujano.

Recuerda a dos pacientes, soldados ingleses, con lesiones oculares: "las operaciones de ojo son muy delicadas y no podían hacerse a bordo de un barco hospital, por el movimiento. Les hicieron las tomografías en el Británico y los operaron". El médico recuerda que antes de la guerra, se había hecho un llamado entre médicos uruguayos para ir a trabajar a las Malvinas: "ni los ingleses querían ir".

Por entonces las calles de Montevideo, según recuerdan muchos periodistas de la época, "estaban llenas de caras raras". Súbitos "corresponsales" de acento "gringo" que buscaban afanosamente información aquí y allá, cuya actitud despertaba la sospecha de sus colegas uruguayos. Espías que gastaban baldosas en la "guerra secreta" que se libraba lejos del "teatro de operaciones".

COMO GUESO `E BAGUAL. ¿Y si uno de los contendientes hubiese sido España o Italia? ¿Cómo lo habrían vivido muchos? Para algunos uruguayos la guerra de Malvinas fue una historia de corazones partidos.

"Estaba como quebrado entre dos cariños: mis antepasados ingleses de los que no sólo no reniego, sino que me enorgullecen, y mis familiares en Argentina".

Michael Castleton (56) es ingeniero industrial y padre de cinco hijos. Fue presidente de AFE durante el gobierno de Luis Alberto Lacalle, ahora se dedica a la producción agropecuaria y a su otra pasión: la política. Vive en el barrio Peñarol, el antiguo enclave británico montevideano. "Soy más uruguayo que el mate, y como prueba puedo decir que tengo doble nacionalidad: canadiense y uruguaya. Pese a la cantidad de uruguayos que se fue a vivir a Canadá, jamás se me ocurriría dejar mi país", explica.

"Una rama de mi familia es argentina, también de ascendencia británica, y vivía allá en el momento del conflicto. Eso hizo que viviera el momento con gran preocupación, lo que más temía era que el conflicto se extendiera, que involucrara a más países, como por un momento pareció que iba a pasar con Perú", recuerda Castleton.

Para Castleton la guerra entre Argentina y el Reino Unido fue "una aberración histórica, no encuentro otra forma mejor de definirlo".

Cuando comenzaron a conocerse las bajas en los dos bandos al final de la guerra, Castleton vio confirmados sus peores temores: "no puedo decir que me conmovieran más unas muertes que otras, sobre todo si uno pensaba en esos chiquilines que mandaban al frente a pelear por el lado argentino, era terrible".

Castleton personaliza el fracaso argentino en las figuras del general Leopoldo Fortunato Galtieri y su canciller, Nicanor Costa Méndez: "el gran culpable de todo ese desastre fue Galtieri, pero sobre todo Costa Méndez, que informó mal a su gobierno acerca de la capacidad de respuesta de los británicos". Y también carga contra el secretario de Estado de los Estados Unidos, el general Alexander Haig, que medió entre la Junta Militar argentina y el 10 de Downing Street. "Aunque, hay que reconocer que la intervención de Estados Unidos también evitó que el conflicto se extendiera", apunta.

Hoy, 26 años más tarde, muchos uruguayos que palpitaron como propio aquel conflicto desdeñan toda posibilidad de aventura bélica.

Para los habitantes de las islas Malvinas/Falkland, Montevideo sigue siendo su puerta de salida al mundo.

Uruguay suscribe de manera oficial el reclamo argentino ante Naciones Unidas. Y los corazones, como entonces, siguen estando divididos. (Producción: Déborah Friedmann, Ximena Aguiar y Javier Lyonnet)

Bienvenido por unos y otros

Miguel Carbajal, corresponsal de El País en la guerra de las Malvinas, contó que su condición de uruguayo le sirvió para abrirse puertas de argentinos y kelpers.

Buscando alcanzar la zona de conflicto, como otros corresponsales, había llegado hasta un avión Hércules en Comodoro Rivadavia, el único que llevaría periodistas a las Malvinas. Un militar sostenía una lista con los autorizados a abordar, todos argentinos. "`Yo tengo que ir, soy el único extranjero`, le dije. `¿Extranjero?` `Sí, uruguayo`. `Entonces no es extranjero, usted es un hermano`, dijo el militar". Y lo llevó.

Cuando llegó, al único hotel que existía en Malvinas, regenteado por "Mister King", no dejaba entrar argentinos. "Yo soy uruguayo", volvió a decir Carbajal. Y lo hospedaron.

"Conocían muy bien lo que era Uruguay. Durante años, para las Malvinas, el puerto de abastecimiento fue Montevideo. Y las hijas de los kelper venían a estudiar becadas al British", explicó Carbajal.

"Uruguay es un país amigable"

John Fowler vive en Port Stanley desde 1971. Tiene 64 años, es británico, y trabaja como corresponsal para la agencia Mercopress. "Siempre hemos visto a Uruguay como un país amigable a nosotros, y no hay una razón para cambiar este punto de vista", dice. "Montevideo es el vínculo entre nosotros y el continente, y también con el mundo", sostiene Fowler. Señaló que desde hace un año las islas volvieron a retomar las importaciones de numerosos productos desde Uruguay. Cuando estalló la guerra el domicilio de Fowler en la isla fue considerado por el ejército británico como una casa segura, por lo que sirvió de refugio para pobladores. Durante la guerra tres mujeres murieron por "fuego amigo" en su casa: fueron las únicas víctimas civiles.

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