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24/07/2009

 

Hallan microbios que sobreviven a la falta de oxígeno, luz solar y soportan fríos extremos  

(NC&T) Según una nueva investigación, un depósito inexplorado de un líquido salobre similar químicamente al agua de mar, pero sumergido bajo un glaciar en el interior de la Antártida, parece sustentar vida microbiana inusual en un lugar donde el frío, la oscuridad y la carencia de oxígeno hacían creer hasta ahora a los científicos que nada podría sobrevivir.

Después de tomar muestras y analizar el flujo líquido de salida bajo el Glaciar Taylor, un glaciar de la Capa de Hielo de la Antártida Oriental en los Valles Secos de McMurdo, los investigadores creen que, con la ausencia de suficiente luz para realizar la fotosíntesis, los microbios se han adaptado a manipular compuestos de azufre y hierro para sobrevivir durante el último millón y medio de años.

Los microbios son, además, de naturaleza notablemente similar a especies encontradas en entornos marinos. Esto sugiere que esa población bajo el glaciar es el remanente de una población de microbios mayor que en su día vivió en un fiordo o en el mar, recibiendo luz solar. Muchos de estos linajes marinos probablemente sufrieron un declive, mientras que otros se adaptaron a las condiciones cambiantes cuando el Glaciar Taylor avanzó, cerrando el sistema bajo una capa gruesa de hielo.

Los Valles Secos están desprovistos por completo de animales y vegetales complejos, y los científicos consideran el lugar como uno de los desiertos más extremos de la Tierra. Los Valles reciben sólo 10 centímetros de nieve al año como promedio. A pesar de la escasez de precipitaciones, durante el verano de la Antártida, las temperaturas ascienden lo suficiente para que una porción del hielo comience a derretirse. El agua del deshielo forma arroyos que entran en lagos cubiertos por hielo, el cual tiene un grosor comparable a la altura de un edificio de dos o tres pisos.
La científica Jill Mikucki y sus colegas basaron sus análisis en muestras tomadas en las Cataratas de Sangre, una formación de nombre ominoso pero acertadamente descriptivo, ya que posee características que la hacen parecer una cascada, al borde del glaciar, fluyendo irregularmente, y a menudo presenta una brillante tonalidad roja, que destaca de modo notable contra el fondo blanquecino de las masas de hielo.

Los Valles Secos han sido objetivo de investigación científica desde los inicios de la exploración de la Antártida, en la denominada “Época Heroica” a principios del Siglo XX. Incluso los primeros exploradores ya notaron la gran mancha en el pico del glaciar y especularon sobre qué la pudo haber causado.

Los primeros exploradores pensaron que un alga roja era la responsable de ese color llamativo.

Sin embargo, en el nuevo estudio, Mikucki y sus colegas argumentan que las criaturas que sobreviven bajo el Glaciar Taylor son más exóticas y adaptables que lo supuesto por los primeros exploradores.

La vida bajo el Glaciar Taylor podría ayudar a los científicos a responder preguntas sobre la vida en otros entornos hostiles, incluyendo los lagos subglaciales de la Antártida y quizás hasta en otros astros helados del sistema solar, tales como el subsuelo bajo masas de hielo marcianas o el océano bajo la corteza de hielo de la luna Europa, en órbita a Júpiter.


Nota relacionada: ¿Qué son los extremófilos?

La ciencia denomina así a aquellos seres vivos capaces de sobrevivir aclimatados a ambientes en los que el hombre perecería. Así, podríamos definir a los extremófilos como seres vivos –generalmente microorganismos- que hallan su ecosistema propicio en lugares inhabitables para los restantes vivientes. Ambientes con un alto índice de radiación nuclear, con temperaturas de más de ochenta grados o bajo cero, sulfurosos o alcalinos, en todos ellos encuentran estos organismos su hábitat ideal.

En la Antártida se dan una gran variedad de extremófilos

El hallazgo de los extremófilos, por otra parte, revistió enorme importancia, pues acabó con las teorías biorreduccionistas, para las que la vida no podía darse en condiciones tan extremas, abriendo un ingente campo a la ciencia. No se trata solamente de que, a la vista de estos seres, resultaría posible la vida fuera de la Tierra, sino de que su estudio ha permitido numerosos avances científicos en áreas tan diversas como la alimentación, la medicina, la energía o la cosmética.

En este sentido, la Antártida ha resultado ser un lugar ideal para el estudio de estos microorganismos. Las condiciones inaceptables para la vida que se dan allí hacen que cualquier hallazgo de ésta sea un auténtico fenómeno científico. Y ya se han producido importantes descubrimientos.

Por ejemplo, en el lago Untersee, cuyas aguas son tan alcalinas como un detergente concentrado y existe una alta presencia de metano –de hecho, este ecosistema recuerda a lugares como el planeta Marte-, el astrobiólogo Richard Hoover ha encontrado nuevas especies de seres vivos.

Pero existen casos aún más curiosos, como el dado en un tunel de Alaska. Allí, un grupo de científicos encontró microorganismos que llevaban 32000 años congelados y que, al deshelarlos, ‘volvieron a la vida’. Este hecho podría aportar, quizá, un enorme avance en las técnicas de criogenización. (www.tirante.elnuevoparquet.com/)

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