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26/11/08

 

Estimada Presidente  
Estimada Presidente:

Con mis escasos 18 años me veo en la inherente necesidad de dirigirme a usted con el fin de hacerle saber sobre algunas de mis inquietudes que han surgido en los últimos tiempos. La verdad es que dudo que esta carta alguna vez llegue a sus manos pero de todos modos me servirá ver en palabras lo que hace tanto tiempo esta solo en mi cabeza.

Nací y crecí en este país, el mismo que vio crecer a mis padres y abuelos. Tuve la casi única oportunidad de recibir una educación completa desde todo lugar de donde se la mire. Desde los 2 años asisto a un colegio bilingüe. Hoy, a un mes de recibirme de bachiller y luego de haberme visto expuesta a tantos pares con oportunidades eternamente inferiores no puedo más que agradecer el conocimiento y la cultura general que tengo gracias a que mis padres no confiaron mi educación al estado.

Por otro lado, me crié en un hogar en el que los valores prevalecen y siempre nos fue enseñado lo indispensable que son la honestidad y el honor. Desde chica me interesó la política y la historia; eso no cambió. Lo que sí cambió fue el análisis que era capaz de hacer de la situación y hoy, viendo lo que mal que elegimos y el mal que hacemos, no puedo entender como se llega hasta el punto en el que nos encontramos.

Nuestro país siempre ha sido albergue de los incomprendidos, representante de las oportunidades y ejemplo de renacimiento. Está claro que decido omitir el desplazo de los nativos, la humillación a la que se los sometió y el hecho de que entre los incomprendidos se encuentran asesinos, genocidas y cobardes. Remontándome a la historia que me es más cercana, yo no presencié la asunción de Perón, no existía durante el golpe de Lanusse, no aprendí a leer repitiendo Papá, Mamá y Eva, no escuche los llantos de los peronistas aquel 26 de julio ni los que lloraban o vivaban la muerte del Gral. Perón. No viví en ese país caótico al mando de Estela Martínez, no me fui a dormir con miedo a que en el medio de la noche grupos de tarea avalados por un golpe militar al mando del gobierno decidieran sobre la vida de ninguno de los miembros de mi familia, no sé como se siente la felicidad de presenciar el retorno de la democracia ni el dolor de escuchar lo que había estado sucediendo impunemente a mis espaldas.

Nacida el 26 de julio de 1990, sí pude ver como algunos vendían lo nuestro. Sí pude ver como la confianza ciega nos hundía, como pocos preveían la crisis que estalló y que también viví para ver. Tuve la extrañamente única oportunidad de ver como el presidente que habíamos elegido como representante de nuestra voluntad escapaba en un helicóptero y vi tantos escándalos de corrupción, coimas, traiciones a la patria y hechos vergonzosos que mejor no revolver.

Entiendo que a esta altura haya pensado en descartar esta carta, por eso me remito a lo que la compete. Es por eso Sra. Presidente, me gustaría preguntarle, ¿Qué es lo que está haciendo con mi país? No se si reparó en mi edad cuando la mencioné, pero es igual a la de su hija Florencia. ¿No le atormenta pensar en el país ingobernable que le está legando? Haciendo trizas la confianza en las instituciones, destrozando el sistema educativo, aplastando cada vez más a su pueblo todo por obtener beneficios, chuparle el jugo al país hasta que estalle. No niego que ha hecho muchas cosas admirables y por el bien común. Lamentablemente, lo que importa no son todos los hechos sino aquellos que son recordados. Recuerdo una asunción dudosa, con acusaciones de compra de votos que me fueron afirmadas personalmente por aquellos habitantes de pueblos a los que se les sustraía temporalmente la identidad a cambio de un sándwich y una coca para que otro votara por usted. Recuerdo también el conflicto con el sector agropecuario y la seguidilla de escenas que me resultan patéticas. Tengo presente la represión de muchas manifestaciones y, haciendo referencia al mandato del ex presidente que se encuentra muy ligado a su mandato, recuerdo a Jorge Julio López y a Carlos Fuentealba. También me acuerdo de la valija de Antoninni Wilson y de la cantidad de fondos del estado que usó para financiar su campaña lo que, le recuerdo, es ilegal y anticonstitucional

Sin embargo, no dejo de creer en que existe una salida. Confío en que, como yo, usted siente una pasión por la política que la llevó a intentar durante años hasta llegar a ser presidente. Confío en que su más profundo deseo es el bienestar de la república y que todo lo que hace, lo hace porque cree que es lo mejor. No creo que su desatención a la calidad de la educación sea porque quiere un pueblo inculto que la vote incondicionalmente y dudo que haya optado por mantener una población lo más ignorante posible porque los ignorantes son más fáciles de manejar. Por eso le imploro, no se deshaga de la oportunidad que tiene de hacer las cosas bien, de mejorar la educación por el bien del futuro. Le ruego piense, como al parecer ningún otro político piensa más que para la herencia de problemas, en el futuro. Que considere, como ya le dije, que el país que usted deje va a ser aquel en el que vivirán sus dos hijos y todos sus nietos. Apelo a su moral y le pido que como la representante de mi voluntad deje de lado la codicia y la ambición egoísta que al parecer la rodea y vuelva a dirigir mi país hacia adelante. Confío en la democracia y confío en las personas que constituyen el país en el que vivo. Se que tarde o temprano vamos a aprender que somos un equipo y el beneficio del país es el beneficio de los individuos que lo componen.

Saludo a Ud. Atentamente,

Valentina Rodriguez Villarreal

DNI 35270842

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