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A cambio, China obtiene de África el 30% del petróleo que importa. Las importaciones de gas, cobre, cobalto y otros recursos, están incrementando hasta en un 20% anual. El aumento de los precios de estos productos ha contribuido a que la economía africana creciese más de un 5% en el año 2005. Según estadísticas del Ministerio de Comercio chino, el volumen comercial entre África y el país asiático ha pasado de 4.000 a 40.000 millones de dólares en los últimos diez años. Este año se prevé que superen los 50.000 millones.
China y África han celebrado 50 años de relaciones diplomáticas. Cuando iniciaron esas relaciones, acababa de consolidarse el modelo comunista de Mao. En los países africanos saltaban las primeras chispas que culminaron en las oleadas independentistas de los años 50 y 60. China prosperó, pero África se hundió en guerras civiles, pandemias y hambrunas. La independencia colonial no había dado los resultados esperados porque los pueblos no fueron protagonistas del proceso, que se negoció para mantener el dominio económico de las antiguas colonias. Los monocultivos estaban establecidos y ya era difícil crear economías diversificadas y productivas.

Han pasado décadas y aún hoy sólo escuchamos noticias devastadoras con un mensaje pesimista sobre las posibilidades de África. Resulta difícil creer que la nueva alianza vaya a traer cosas peores. Aún así, no tardaron en llegar desde los países occidentales reacciones en contra de un “aprovechamiento sin escrúpulos” por parte del gobierno y de los bancos chinos. Paul Wolfowitz, presidente del Banco Mundial, es una de estas voces. Este antiguo halcón norteamericano y uno de los ideólogos de la ocupación de Iraq no esconde otro motivo de preocupación para Occidente: China ha desplazado a países como Estados Unidos y Reino Unido como socios comerciales de África y se sitúa sólo por detrás de Francia.

El gigante asiático ha pagado sobornos para obtener contratos, ha reforzado la posición de dictadores como Mugabe o Al-Bashir y su posición como miembro del Consejo de Seguridad podría bloquear cualquier iniciativa sobre el genocidio de Darfur. Es probable que China busque apoyo diplomático de los países africanos para neutralizar a la Comisión de Derechos Humanos de la ONU y aislar a Taiwán. Además, es el segundo proveedor de armas del África subsahariana y firma acuerdos de cooperación militar con Estados violadores de Derechos Humanos como Zimbabwe y Eritrea.

Occidente ha perdido credibilidad por sus reacciones después del 11-S: Guantánamo, Abu Ghraib, y las cárceles secretas donde la CIA, tortura con la complicidad de países europeos. El subdirector del departamento de Asuntos Africanos del Ministerio de Exteriores chino, Xu Jinghu, responde: “El mundo es muy diverso y debemos confiar en que todos los países y personas están capacitadas para entender su propia situación nacional, y que tienen derecho a resolver sus propios problemas”.

En estos momentos, África no teme a una ‘neocolonización’ que vaya a frenar su crecimiento. Aún si la postura del gigante asiático se limita a instalar sus empresas en el continente y expoliar materias primas, Occidente ya lo había hecho durante casi dos siglos. La diferencia estriba en que Europa buscaba también extender la cruz y China se limita a hacer negocios. Está en manos de África jugar bien sus cartas para no repetir errores y convertirse en la protagonista de su despegue.

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