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Un envío de Vicente Palermo 23/02/07

 

Nuevo libro: "Frente al espejo de las Malvinas"  

En Sal en las heridas (Sudamericana), Vicente Palermo analiza la relación de los argentinos con las Malvinas a lo largo de la historia y muestra que el excepcional valor simbólico que otorgamos a las islas...

En Sal en las heridas (Sudamericana), Vicente Palermo analiza la relación de los argentinos con las Malvinas a lo largo de la historia y muestra que el excepcional valor simbólico que otorgamos a las islas es un reflejo de nuestra identidad. Aquí, un fragmento.

Se cumple en junio de 2007 otro aniversario del fin de la guerra de Malvinas. Actualmente gana terreno a pasos agigantados una interpretación sobre las consecuencias de esta guerra que sostiene que si los militares no hubiesen ocupado las islas, entonces éstas ya habrían sido recuperadas. Es la opinión del embajador Carlos Ortiz de Rosas: "Sin guerra, ya serían nuestras las Malvinas" (LA NACION, 01-04-06). En verdad los propios ingleses abrieron este camino; el periodista Simon Jenkins afirmó, en el mismo diario: "La guerra más que un paso atrás fue un verdadero desastre. Si la invasión no se hubiera producido, hoy seguramente la Argentina tendría, por lo menos, la soberanía compartida de las islas" (LA NACION, 30-03-2003).

Aunque considero la guerra de Malvinas no sólo un desastre sino un crimen, no comparto este punto de vista, porque inspira conclusiones erradas sobre el período político-diplomático de la disputa por las islas entre 1965 (declaración 2065 de la ONU) y 1982. Esta nueva visión de la guerra choca frontalmente contra lugares comunes establecidos sobre el período previo, que habían permanecido incólumes hasta ahora. Destaco tres de ellos. El primero sostiene que durante esos años la Argentina desenvolvió un esfuerzo impecablemente pacífico, una política "basada en la buena fe y en el acatamiento de los principios de la Carta y de las resoluciones de las Naciones Unidas" (Vignes, Clarín , 22-09-1974). El segundo confirma críticamente al primero: aquella política fue estéril, y estábamos cada vez más lejos del objetivo de recuperar el archipiélago. El tercer lugar común se refiere a los supuestos motivos ingleses para retener las islas. Sostiene que las señales nítidas que dieron los británicos entre 1965 y 1968 de su disposición a transferirlas eran engañosas, y que las islas fueron retenidas por intereses neocoloniales e imperialistas.

Es patente el choque entre estos lugares comunes y la interpretación de que si no ocupábamos las islas éstas caían como una fruta madura. Si se cree en este contrafáctico, no puede sostenerse al mismo tiempo que el esfuerzo diplomático de guante blanco entre 1965 y 1982 era inconducente, que nada se había avanzado, y que los ingleses tenían poderosos intereses materiales y estratégicos para negarse a transferir la soberanía.

Para resolver el intríngulis es indispensable que cuestionemos todo. No es cierto que si la dictadura militar no hubiese dado el paso en falso de 1982 la política seguida hasta ese entonces habría llevado a la recuperación de las islas. No es cierto que esa política entre 1965 y 1982 haya sido puramente de buena fe y paciencia diplomática. No es cierto tampoco que hasta 1982 no se habían producido algunos avances significativos en la resolución de la "disputa de fondo" (la soberanía). Y no es cierto que los motivos británicos para resistirse a la transferencia hayan sido de orden neocolonial o imperialista.

El curso político-diplomático dominante hasta 1982 fue la política de amenaza verosímil. Amenaza: "Si la actitud negativa del Reino Unido conduce a un callejón sin salida, el gobierno argentino se verá obligado a revisar en profundidad la política seguida hasta el presente..." (es un ejemplo entre miles, una declaración real, con antecedentes muy remotos). La noción de que la Argentina aguanta las injusticias con abnegación por su incuestionable compromiso con el derecho pero que, ante la indiferencia de los injustos y egoístas, puede verse "obligada" a decir basta y hacer justicia por mano propia es un pilar básico de la causa Malvinas cuya configuración se remonta a los tiempos de Alfredo Palacios y el canciller Saavedra Lamas. Y verosímil: existe ya muchísima evidencia (enriquecida recientemente por Freedman, 2005) acerca de que tanto británicos como malvinenses estaban efectivamente preocupados por la hipótesis, a la que asignaban posibilidades de concreción, de que los argentinos finalmente nos resolviéramos por una acción militar. Nunca jamás, salvo hasta dos o tres días antes de la ocupación en abril del 82, creyó el gobierno inglés en la inminencia de una ocupación de las islas. Pero sí en que finalmente, y tras un período de gradual incremento de la tensión política y diplomática, una decisión de ocupar pudiera ser tomada. Otra vez un ejemplo entre miles: cuando lord Chalfont, enviado por el Foreign Office, visita Buenos Aires en 1968, informa a su canciller, según cita Lawrence Freedman: "A menos que la soberanía sea seriamente negociada y transferida en el largo plazo, es probable que terminemos en un conflicto armado con la Argentina". El siguiente ayuda a entender en parte la actitud inglesa: "En julio de 1977, David Owen presentó un informe a la Comisión de Defensa, donde argumentaba que era necesario realizar negociaciones serias y de fondo ya que las islas eran militarmente indefendibles salvo que se hiciera una enorme e inaceptable inversión de recursos corrientes" (Informe Franks, 1983).

 

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