Fuente: Tiempo Fueguino 10/04/07

 

La economía de las Malvinas, tras 25 años  

Las ovejas han pasado a un segundo plano, es la pesca la gran fortaleza económica de los kelpers...

Hoy, las 2.955 personas que viven allí enfrentan un desafío muy diferente: un influjo de forasteros, atraídos por la prosperidad que ha resultado a partir de cambios que los británicos introdujeron en este territorio al otro lado del mar, tras su victoria de 1982. Empleos como los de esquilador de ovejas y enfermera actualmente son desempeñados por chilenos, en tanto personas de raza mixta de la isla de Santa Helena, que yace aproximadamente 4.000 kilómetros al noreste, trabajan como meseros y dependientes en tiendas. Justo frente a la costa, embarcaciones coreanas, taiwanesas, rusas y españolas, con tripulaciones indonesias, filipinas y bangladesíes extraen toneladas de calamar, el que ha reemplazado a la lana y el cordero como la principal exportación del territorio. “Sencillamente no somos suficientes como para llevar a cabo todo el trabajo que se necesita”, dice Mike Summers, uno de los integrantes del consejo legislativo de las Islas Malvinas. Una de las consecuencias de la riqueza y mayor contacto con el mundo exterior es que, actualmente, existe una creciente necesidad de “equilibrar las inevitables tensiones que se encuentran entre nativos y recién llegados en cualquier isla pequeña”, destacó. “Hubo una época en la cual todos nosotros éramos pequeños agricultores rurales”, agregó Summers. “Ahora no lo somos. Somos algo más, aún isleños de las Malvinas, pero necesitamos precisar qué significa eso”. Antes de la guerra, las islas eran poco más que una gigantesca granja ovejera, dominada a lo largo de más de un siglo por la Compañía de las Islas Malvinas. La gente que vivía en “el Campo”, término local para referirse a las extensiones ondulantes, sin árboles, de pastizales y pantanos que conforman la mayor parte de este territorio, eran inquilinos, no propietarios, y dependían de la empresa para todo. El 2 de abril de 1982, la invasión argentina cambió todo eso. Primero llegó el trauma del combate, que incluyó no sólo algunas de las batallas navales más extensas desde la II Guerra Mundial, sino también bombardeos aéreos y fuego de artillería en el único centro poblacional de importancia en las islas, lo cual hizo objetivos de propiedades residenciales, amén de haber expulsado a sus residentes hacia improvisados bunkers. “Esta no fue una guerra librada a la distancia”, aclara John Smith, ex marinero de la Real Armada cuyo diario de la ocupación argentina, “74 Días”, fue publicado en 2002. “"A veces, la lucha se desarrollaba en tu propio jardín”. Al final, sin embargo, la guerra terminó siendo beneficiosa para los residentes de la isla, quienes en su mayoría son personas de ascendencia inglesa o escocesa y son conocidos, a veces, como “kelpers” o “algueros”, debido al tipo de alga que se encuentra allí. “El Conflicto”, como lo llaman en las Islas, obligó a Gran Bretaña a reexaminar su relación con el lugar y dio origen, por ejemplo, a la plena ciudadanía británica para los isleños. No obstante, los mayores cambios han sido de naturaleza económica, el resultado de la decisión de Gran Bretaña de permitirle al gobierno de las Malvinas declarar una zona económica de 320 kilómetros, la cual les da a los isleños jurisdicción sobre las aguas a su alrededor, que, si bien gélidas, son ricas en peces. Los habitantes de la isla habían pugnado por una iniciativa de este tipo mucho tiempo antes de la guerra, pero Gran Bretaña siempre se había negado por temor a provocar a la Argentina. “La guerra fue un catalizador del cambio, pero fue la zona pesquera lo que realmente le dio el impulso inicial a todo”, destaca Andrea Clausen, una de las integrantes del consejo legislativo que supervisa cuestiones relacionadas con la pesca. “A base de sacrificio y sufrimiento, hemos sido capaces de erigir nuestra economía y sociedad, así como ponernos al nivel del resto del mundo”. Hoy, las actividades pesqueras generan aproximadamente 88 millones de dólares al año, en tanto las licencias e impuestos de pesca suministran más de dos tercios de los ingresos anuales del gobierno, que ascienden a 66 millones de dólares. Debido a esto, las Islas Malvinas registran algunos de los mayores ingresos por persona en todo el mundo, con aproximadamente 50.000 dólares al año, así como reservas bancarias por 360 millones de dólares. La Argentina, sin embargo, nunca ha renunciado a su reclamo sobre las Islas Malvinas y las aguas circundantes, al tiempo que las relaciones han empeorado en fechas recientes a causa del auge en la pesca. Incluso antes que el gobierno local decidiera otorgar contratos pesqueros por 25 años en 2005 como una forma de fomentar la inversión entre empresas extranjeras, la Argentina ya había retirado los permisos para vuelos sobre su territorio, con la excepción de un vuelo semanal proveniente de Chile. Al tiempo que la Argentina se dirige a unas elecciones a efectuarse en octubre y las fuerzas británicas están siendo presionadas excesivamente en Irak y Afganistán, el presidente argentino, Néstor Kirchner, ha elevado el tono de sus palabras nacionalistas con respecto a las islas. El gobierno argentino ha prometido que sólo recurrirá a la diplomacia en su esfuerzo con miras a recuperar el control de ellas, pero esa promesa les ofrece a los isleños muy poca tranquilidad. “Nosotros aún tenemos su reclamo pesando sobre nosotros”, dice Leona Roberts, la curadora del museo local. “Mientras ese sea el caso, resulta difícil sentir otra cosa que no sea ira y amargura”. Ocasionalmente, nacionales argentinos se abren paso hasta el museo local, y cuando se marchan, firman el libro de invitados con mensajes patrióticos en español, los cuales rebosan de sentir irredentista: “Siempre nuestras”, dice uno, en tanto otro proclama: “Hermanitas perdidas, ustedes son argentinas pese a todo”. Además, hay un cementerio argentino casi fuera de la vista, en el flanco de una colina desde la cual se domina Darwin y Goose Green, en el cual las fuerzas argentinas sufrieron el primero de sus reveses militares tras mantener como rehenes a 114 personas en un centro comunitario, durante un mes. Los isleños accedieron a permitirles a los invasores que tuvieran un cementerio, pero dicen que no deseaban tener que verlo constantemente y que les recordaran la ocupación por la que pasaron. Casi la mitad de las 230 tumbas están marcadas con lápidas que dicen simplemente “un soldado argentino conocido sólo por Dios”. El mayor recordatorio Sin embargo, el recordatorio más concreto de la ocupación argentina es la presencia de más de 18.000 minas. Los campos minados están indicados claramente, pero han reducido áreas de playa y privado a los habitantes de la isla de tierra de pastizal para sus rebaños, en tanto la Argentina sigue negociando con Gran Bretaña sobre los pagos para ayudar a despejarlas. Sólo por si la Argentina se sintiera tentada a atacar de nuevo, Gran Bretaña mantiene una considerable presencia militar. Su costo asciende a 150 millones de dólares anuales, o aproximadamente una cuarta parte del uno por ciento del presupuesto de la defensa británica. Incluye, más o menos, a 2.000 soldados, marineros y aviadores, más el armamento: desde aviones de combate Tornado hasta cañones y naves patrulla de la naval.

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