17/07/08

 

Raid Motonáutico a las Islas Malvinas  

Las Malvinas están tan cerca nuestro, que con un bote semirrígido de cinco metros o una moto de agua, se puede llegar. La pretensión de incluir a nuestras islas dentro de los territorios europeos de ultramar...

La pretensión de incluir a nuestras islas dentro de los territorios europeos de ultramar, sumada a las 350 millas de zona económica que significarían 3.000.000 de kilómetros cuadrados de Antártida y Mar Argentino en manos imperialistas requieren de la reacción de toda la sociedad. Y como navegantes, pensamos en un nuevo gesto. Las Malvinas están tan cerca nuestro, que con un bote semirrígido de cinco metros o una moto de agua, se puede llegar. Hay que esperar una ventana de buen tiempo, que se produce anualmente entre marzo y abril. No es problema esperar, tenemos toda la vida para volver a Malvinas. Mientras, difundimos la película en la que el Almirante Busser dice: ¿Qué pasaría si cientos de embarcaciones deportivas, en forma simultánea o sucesiva, siguieran los pasos del Patagón y el Malabar? Incorporamos voluntarios. Pensamos cual es la mejor relación eslora, potencia y peso a transportar.

Imaginamos un raid previo hasta la Vuelta de Obligado en noviembre, otro desde el Monumento a la Bandera en Rosario hasta Puerto Madero, y uno más que termine en Mar del Plata a mediados de enero 2009.

Cuando estemos acampados en la costa patagónica, sólo 600 kilómetros y 12 horas de mar calma nos van a separar de nuestras islas. Nada que con voluntad y coraje no podamos vencer. El primero de los anotados va con la mujer y la hija de tripulantes. Otro, lleva unas flores para el cementerio de Darwin. Hay quien solo quiere sentir como la primera vez, la emoción de estar bajo esas estrellas que llenan la noche y pisar la playa blanca como la arena.

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Primer Raid Motonáutico a las Islas Malvinas

En el 2009 se cumplen 20 años de que el velero Patagón, ingresara a Puerto Argentino con su pabellón a tope, burlando los radares de la zona de exclusión inglesa.

La historia de los viajes en velero a Malvinas después de 1982 comenzó en el 83.

El velero Caimán, de Ushuaia, llevó a voluntarios y familiares de caídos en el conflicto hasta el sur de la Gran Malvina. Allí desembarcaron y dejaron un mástil con una bandera argentina.

En enero de 1989 aún estaban cortadas las relaciones diplomáticas con los británicos. Barcos y aviones de nuestra armada ingresaban diariamente a las 150 millas y no se retiraban hasta que las patrullas inglesas salían a buscarlos. Ellos habían ganado una batalla, nosotros los seguíamos hostigando… y en esas condiciones fue que el Patagón provocó una alarma de seguridad en la Fortaleza de la OTAN, al anunciar al control de radio que los argentinos estábamos de regreso en el puerto. Sin armas, pero también sin pasaportes. Antes de zarpar de regreso recogimos agua. Agua que luego colocamos en frasquitos y con una base de madera y una placa sirvió de testimonio para familiares, amigos, veteranos de guerra, patriotas y hasta un presidente que no lo merecía.

En el 92, ya después de los tratados de Madrid, es decir, de la capitulación que los británicos no habían logrado en el campo de batalla pero si obtuvieron con la diplomacia, volvimos a Malvinas con el velero Malabar. La Cancillería nos extendió la tarjeta blanca, documento anterior a la reconquista. Cuando estábamos próximos a recalar, sufrimos un violento abordaje de la lancha de prácticos, nos obligaron a colocar la bandera de cortesía, el gobierno colonial no nos permitió desembarcar y fuimos confinados a una boya fuera del puerto.

Hay una historia secreta de este segundo viaje.

Anclados en la Bahía de la Anunciación y antes de intentar el ingreso a Puerto Argentino, dimos unas vueltas con el gomón, perseguidos por algunos delfines que nos daban la bienvenida. ¿Espíritus de alguno de los 649 valientes que ocupan para siempre una parte de ese territorio? Antes del GPS los marinos sabíamos que lo científico y exacto poco tenían que ver con la posición del barco o con el arte de navegar.

No pudimos evitar acercarnos a costa. ¿Estaría minada? Corrimos el riesgo… Caminamos unos metros, juntamos algo de tierra y piedras. Piedras blancas, muy blancas, pequeñas y redondas como cantos rodados.

Esto no fue registrado por la cámara y tampoco demoramos el paseo. ¿Por qué? Porque la idea del viaje no era demostrar que se podía desembarcar. Esto, como lo mencionamos al comienzo de la nota, ya había sido realizado en 1983. Tampoco era simplemente entrar a Puerto Argentino. Si bien esta vez no había radares ni estado de beligerancia, el Malabar procuraba ingresar sin pasaportes… sin visa. En pleno ejercicio de circular por nuestro país, como dice la Constitución.

Informes: Agrupación de Navegantes Islas Malvinas. Rincón Náutico, Puerto de San Isidro. Toni López. Tel 011 4796 4258, 15 6292 0651.

 

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