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Nuestra Señora de la Merced Batalla de Tucumán 24 de Septiembre de 1812


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30/09/2015

Nuestra fidelidad y confianza en esta “alianza para siempre” con nuestra Generala, es la que nos anima a enfrentar, hoy como ayer, a la raposa Inglaterra y los british-criollos encaramados en el poder, para alcanzar nuestro destino: “Que la Argentina sea una Patria del Cielo y de la Tierra”...

El Señor ha enviado la redención a su pueblo y ha sellado una alianza para siempre.

Con este salmo, últimas palabras que san Pedro Nolasco, fundador de la «Orden de Nuestra Señora de la Merced», pronuncia antes de morir, se expresa la misión de la Orden: redimir a los esclavos y cautivos de los musulmanes allá en la España del siglo XIII, en plena guerra contra los moros.

En la Reconquista de la Península Ibérica –la guerra más larga de la historia, que duró casi 800 años- y su continuidad en la Conquista y Evangelización de América, se templó y consolidó el espíritu del pueblo hispano-americano. La Reconquista de España como la Conquista de América se pudo realizar porque estaban sostenidos en comunidades de hombres libres, pueblos capaces de combatir y hacerlo bien, pues los esclavos no sirven para la guerra.

Es maravilloso verificar desde el comienzo de nuestra historia, la providencial asistencia de María en el salmo que recitaba san Pedro Nolasco: “El Señor ha enviado la redención a su pueblo”. Ya en el año 40, la Madre de Jesús –cuando aún vivía en carne mortal en Jerusalén -se le aparece a Santiago Apóstol en Compostela, confirmándolo en su evangelización en el extremo occidental del mundo conocido. Desde entonces, María ha guiado, forjado y acompañado a nuestros pueblos a lo largo de los siglos siguientes, tanto en España (Pilar, Virgen de la Merced, del Rosario) como en América (Guadalupe, Luján, Rosario de la Reconquista y Defensa, Rosario de San Nicolás).

Esta contemplación de la historia desde la fe, no cambia los hechos, sino que nos permite relatarlos y ordenarlos de acuerdo a lo que somos, desde las raíces más profundas. Pues así como nosotros vivimos un proceso de “regreso a la Casa del Padre”, tanto como personas y como pueblo en relación a nuestros hermanos; la contracultura de la modernidad atea y materialista, se manifiesta más progresista y moderna cuánto más se aleja de este “regreso” al Padre y de esta filialidad como hermanos de un mismo pueblo.

Es así que contemporáneamente a la expulsión militar de los ingleses del Virreinato en 1806/07, se producen tanto en España como en América innumerables levantamientos populares – entre ellos el que dio origen a la Revolución de Mayo de 1810- contra el “mal gobierno” de los cortesanos españoles y contra Napoleón que había invadido España.

En este período de decadencia Borbónica ante Portugal e Inglaterra, comienza la resistencia de nuestros pueblos al proceso de la “revolución mundial” que empezó a desarrollarse de la mano de los liberales, ilustrados y partidarios del “libre-cambio” –léase contrabandistas- a través del puerto de Buenos Aires. De allí en adelante, nuestra historia será un permanente enfrentamiento de ambas fuerzas: la nuestra, apoyada en la fe, la cultura y la tierra, y la enemiga en el dinero, la contracultura y el extranjero de turno.

En este contexto, señalaremos la situación previa a la Batalla de Tucumán que sucedió providencialmente el 24 de septiembre de 1812, día de Nuestra Señora de la Merced.

Belgrano asume en marzo de 1812 la conducción de los restos del Ejército del Norte, totalmente desmoralizado por las derrotas y deserciones que le provocó Castelli, con su política antirreligiosa y de “terror” ordenadas por Moreno, secretario de la Junta de Mayo, recordamos solamente el fusilamiento de Liniers en 1811. Toma el mando con la misión de bajar hasta Córdoba para salvar la fuerza.

En Buenos Aires, se había producido el primer movimiento contra “los orilleros” que terminó con la caída de la Junta Grande y el resurgimiento de los ilustrados con Rivadavia a la cabeza. Se continuó con la política de “terror” y esta vez le tocó el turno de fusilamiento al otro héroe de las Invasiones Inglesas: Don Martín de Álzaga el 5 de octubre de 1812.

Los héroes y conductores de la Reconquista y Defensa de Buenos Aires, fusilados por los liberales al servicio de la Corona Británica, son genio y figuras de los actuales PRISIONEROS DE GUERRA, condenados a muerte por guerrear contra la subversión apátrida y en Malvinas, contra el mismo y hereje invasor inglés.

En acuerdo con los ingleses y portugueses, Rivadavia intima a Artigas, jefe de los orientales argentinos, a levantar el sitio de Montevideo –en poder del Virrey Elío- y desocupar la Banda Oriental, quedando, la misma en manos de los portugueses.

En medio de este cuadro desolador, y mientras se continúa la retirada, perseguido por las fuerzas realistas, Belgrano reorganiza y conforma el “Ejército del Rosario”, donde se lo reza diariamente en formación. Tras el éxodo jujeño y desobedeciendo las órdenes de abandonar las fronteras de la Patria, en el día de la Virgen de la Merced y luego de asistir a Misa con su ejército, enfrenta en Tucumán al ejército español. El enemigo contaba con algo menos de 4.000 hombres bien equipados, mientras que los criollos estaban mal armados y en número inferior. Pero, con la providencial intervención de la Generala, se gana “la más criolla de cuántas batallas se han dado en territorio argentino” al decir de V.F.López. El tucumano don Marcelino de la Rosa cuenta que a mitad de la batalla ocurrió de repente algo que nunca habían visto los soldados enemigos, que contribuyó a desbandarlos y a infundirles pánico. Fue un gran ventarrón, que llegó desatado y furioso del Sur. “El ruido horrísono que hacía el viento en los bosques de la sierra y en los montes y árboles inmediatos, la densa nube de polvo y una manga de langostas, que arrastrada, cubriendo el cielo y oscureciendo el día, daban a la escena un aspecto terrorífico”.

En la Batalla de Tucumán, no solamente se libró la batalla más grande en número de efectivos contra los españoles en territorio argentino; sino que, si Belgrano obedeciendo las órdenes del gobierno se hubiera retirado (o no gana la batalla), las provincias del Norte se hubieran perdido para siempre, como se perdió Bolivia (el Alto Perú), Paraguay y Uruguay.

El general Manuel José Joaquín del Corazón de Jesús Belgrano, maestro de humildad y gratitud, reconociendo el carácter decisivo de la Batalla de Tucumán, y la influencia de la Providencia en su resolución, nombra a la Virgen de la Merced Generala del Ejército del Norte y le entrega su bastón de mando, “sellando una alianza para siempre”.

Nuestra fidelidad y confianza en esta “alianza para siempre” con nuestra Generala, es la que nos anima a enfrentar, hoy como ayer, a la raposa Inglaterra y los british-criollos encaramados en el poder, para alcanzar nuestro destino: “Que la Argentina sea una Patria del Cielo y de la Tierra”.

Dios así lo quiere.

San Luis, 24 de Septiembre de 2015.

Víctor Eduardo Vital. (VGM)

 

 
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