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Fuente: La Nación
27/08/07

 

Lluvia ácida sobre Buenos Aires  
La crisis energética ha tenido como consecuencia la aparición de la denominada lluvia ácida, cuyo origen es la sustitución del gas natural que alimentaba las tres usinas térmicas de Central Puerto y Central Costanera por fueloil, un combustible de alto poder contaminante.

El hecho dio lugar a denuncias de vecinos ante la Defensoría del Pueblo de esta ciudad, quienes verificaron la aparición de manchas de colores más claros en veredas, azoteas y otras superficies, como también la presencia de un polvillo bituminoso marrón que se deposita en todas partes. La ubicación de las usinas sobre la costa de la ciudad provoca que las suspensiones de los gases que despiden sus chimeneas se proyecten sobre la ciudad y probablemente sobre suelo provincial en las jornadas de vientos predominantes del Este.

La lluvia ácida es un fenómeno muy conocido en el mundo entero, prevaleciente en las regiones de alta industrialización, generadora de gases contaminantes, entre los que se cuentan los óxidos de azufre y nitrógeno: dispersados en la atmósfera, toman contacto con la humedad atmosférica y la lluvia, lo cual da lugar a la formación de ácidos de variada composición según los casos. En el nuestro, predominan las emanaciones de óxido de azufre, provenientes de las citadas usinas, cuya combinación con el agua de lluvia o la niebla forma ácido sulfúrico, un agente altamente tóxico con capacidad de provocar afecciones respiratorias, pulmonares y alergias.

El fueloil, considerado un combustible "sucio", contiene azufre en cantidades que no deben superar ciertos límites, que los abastecimientos de origen venezolano superan con amplitud. Las compras del último semestre de 2006 de 600.000 toneladas de fuel tendrían preponderantemente ese origen.

La Defensoría del Pueblo ha verificado los hechos denunciados, que pueden ser solucionados mediante los recursos legales establecidos en normas de la ciudad, leyes nacionales y la Constitución Nacional, cuyo artículo 41 es claro al respecto. Ante tales conclusiones, la Defensoría dio traslado de los hechos al jefe de gobierno porteño, Jorge Telerman, y a la secretaria de Medio Ambiente y Desarrollo Sustentable del gobierno nacional, Romina Picolotti, con el propósito de lograr la solución requerida. La jefatura de gobierno intimó a las dos empresas generadoras de electricidad a adecuar sus instalaciones y procesos para remediar la situación, finalidad de incierto cumplimiento, dado que las usinas de propiedad del Estado y operadas por empresas privadas fueron asignadas en explotación para producir energía con gas natural. De parte de la secretaria Picolotti, la Defensoría no obtuvo aún contestación ni acción alguna.

Sin perjuicio de estas desalentadoras realidades, ha ocurrido un cambio favorable con motivo de que de las 550.000 toneladas de fueloil consumidas en el primer semestre del presente año las cuatro quintas partes han provenido de abastecedores nacionales, que cumplen con las normas de contenido de azufre. Queda por cierto completar ese proceso y ejercer un control preciso de cada uno de los abastecimientos de estas usinas y de otras, localizadas en las provincias de Córdoba, Mendoza, Santa Fe y Buenos Aires. También, y dado que la crisis energética se prolongará en el tiempo, se deberá arbitrar cómo se resolverá la instalación de los mencionados filtros en cada una de las usinas térmicas que hayan cambiado el combustible "limpio" por el "sucio".

La ciudad de Buenos Aires dio un salto cualitativo en materia ambiental cuando, en la década del 70, prohibió la incineración de los residuos domiciliarios e industriales, sustituyéndola por la recolección todavía vigente. Resta ahora lograr una clasificación de los residuos y encontrar un cauce para los cartoneros. Mientras tanto, por el crecimiento del parque automotor, ha aumentado la emanación de monóxido de carbono proveniente de sus motores, algunos de ellos con marcadas y visibles deficiencias que no será difícil verificar y resolver.

Preservar el medio ambiente es una tarea permanente, en la que deberán lograrse progresos y evitarse retrocesos, como ha ocurrido en este caso.

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